En México, las conciencias más sanas, las más claras, las más honradas, coinciden en reconocer que todo va mal, en constatar la decadencia general de las instituciones, y muy pocos son los que han tenido la idea o el valor de sacar de ello las últimas consecuencias. Al igual que los peces de una red dan vueltas sin encontrar una salida, de preconizan unos remedios en el marco del sistema en vigor (la democracia), sin reconocer que lo que es malo, es el sistema.
Se sigue proclamando la excelencia de la democracia, sin embargo, este sistema solo nos ha traído corrupción, impunidad, desempleo, pobreza y sangre. ¿Cómo explicar entonces que el pueblo crea en la democracia, o por lo menos la tolere?
Sin duda la respuesta es que nos complace escuchar que nos prometen más de lo que podemos y merecemos recibir, ignoramos el buen sentido y solo escuchamos nuestras pasiones, ávidos de halagos y reconocimiento, de comodidades e irresponsabilidad. A todo esto hay que añadir las gigantescas campañas de intoxicación y mentira, que, aún cuando no han convencido, logran inculcar en los juicios mejor formados el santo terror al “qué dirán”. Tal poder de propaganda ha logrado imponer un dogma inviolable: “no maldecirás la democracia, so pena de los peores castigos”.
Por esto, hace falta mucha fuerza de voluntad para resistir las injurias y las amenazas, y hace falta más para resistir el canto de las sirenas.
Se sigue proclamando la excelencia de la democracia, sin embargo, este sistema solo nos ha traído corrupción, impunidad, desempleo, pobreza y sangre. ¿Cómo explicar entonces que el pueblo crea en la democracia, o por lo menos la tolere?
Sin duda la respuesta es que nos complace escuchar que nos prometen más de lo que podemos y merecemos recibir, ignoramos el buen sentido y solo escuchamos nuestras pasiones, ávidos de halagos y reconocimiento, de comodidades e irresponsabilidad. A todo esto hay que añadir las gigantescas campañas de intoxicación y mentira, que, aún cuando no han convencido, logran inculcar en los juicios mejor formados el santo terror al “qué dirán”. Tal poder de propaganda ha logrado imponer un dogma inviolable: “no maldecirás la democracia, so pena de los peores castigos”.
Por esto, hace falta mucha fuerza de voluntad para resistir las injurias y las amenazas, y hace falta más para resistir el canto de las sirenas.
1 comentario:
Primero que nada quiero decirte que lei todos tus articulos.
Han cosas buenas, pero creo que la responsabilidad del pais no es solo de los burocratas, no niego que muchos de ellos son corruptos y ejercen a su conveniencia el poder, sin embargo yo considero que gran parte de la culpa de este pais tambien la tenemos nosotros como ciudadanos, porque si la democracia es la eleccion del pueblo , estamos tambien destinado s a luchar contra la abstinencia, y a la poca importancia que tenemos por lo que pasa a nuestro entorno.
Publicar un comentario