jueves, 21 de mayo de 2009

Justicia social



Cuando se habla de capitalismo es fácil pensar que se habla de propiedad privada. Nada más alejado de esto. La propiedad privada es la proyección directa del hombre sobre sus bienes materiales. El capitalismo ha venido sustituyendo esta propiedad del hombre sobre sus cosas, por la propiedad del capital, es decir, del instrumento técnico de dominación económica, de tal manera que el hombre no posee el fruto de su trabajo sino que se vende en un mercado despiadado y desigual por un simple mendrugo de pan; mediante una competencia desigual y terrible del enorme capital contra la propiedad privada, contra el pequeño capital se ha ido aniquilando en consecuencia al artesano, a la pequeña industria, a la pequeña agricultura. Es así como el capitalismo ha ido dejando todo esto en manos de las grandes transnacionales y de los grandes grupos bancarios. Es entonces que el capitalismo coloca en una situación desesperada, angustiosa, desprendiendo del hombre todos sus atributos y todo su contenido existencial, a patronos y a empleados por igual.
Los obreros, campesinos, técnicos, organizadores y empresarios son todos parte del proceso productivo y es aberrante el querer enfrentar a los unos contra los otros, enfrascándolos en una terrible lucha de clases (desgraciadamente fraticida en la mayoría de los casos), y no nos damos cuenta o preferimos “hacernos de la vista gorda”, que es debido al injusto sistema democrático-capitalista que permite que mediante el crédito usurero de accionistas abusivos y que gozan de privilegios por parte del gobierno (sea cual fuere su color, al fin que todos entran en el mismo juego democrático), el pueblo se encuentre sumido en una terrible pobreza general, mientras estos grandes financieros se llevan consigo la mayor parte de la producción.
Es así como el ciudadano mexicano ha sido despojado del fruto de su trabajo, de su casa, de su pequeña parcela, y se ha quedado sin personalidad y sin habilidad artesanal, para ir a entregar su vida en los grandes monopolios de todo tipo. Nos hemos convertido en un número mas en la contabilidad de las maquilas o de las transnacionales, las cuales cuando ven que las cosas van mal en México, recogen su capital y se retiran sin mas, dejando un tremendo número de desempleados, mientras que nuestros gobernantes (y en especial los de derecha), continúan en sus “giras de trabajo” por todo el mundo ofreciendo a estas empresas transnacionales nuestra baratísima mano de obra, vendiéndonos como ganado, ofreciéndonos a nuestros verdugos, y prometiendo a estas empresas extranjeras los mas absurdos subsidios que no se ofrecen a las pocas empresas nacionales.
Es entonces que surgen los partidarios de la izquierda, con toda la demagogia propia de la democracia, ofreciendo “justicia” al “proletariado” (izquierdista forma de decir pueblo), atrayéndolos con esas falsas como utópicas promesas de mejoras salariales, disminución en precios de productos básicos, etc. como si tuvieran una barita mágica con la que, al dar un pase mágico, pudieran hacer desaparecer toda la injusticia social creada por el mismo sistema democrático al que pertenecen; vagas promesas poco pensadas y que no ofrecen una solución profunda y que solo encienden las pasiones de la lucha de clases, convirtiendo al mexicano en un proletario mas del mundo, sin patria, sin familia y sin valores trascendentes.



Es por eso que la justicia social no puede surgir de la lucha de clases; la justicia social se alcanza solo cuando el individuo se convierte en persona, y cuando esta persona entrega su vida al servicio de una gran misión, de un gran destino; se alcanza la justicia social cuando el pueblo persigue un solo ideal común, un fin único y grandioso; la justicia social se encuentra cuando el gobierno deja de entregar a este pueblo en manos extranjeras para obtener las migajas que le avientan los “grandes” del mundo; pero sobre todo, la justicia social se encuentra cuando el pueblo se pone de pie, empuña su espada y rompe los valores superficiales de un sistema tan caduco como corrompido, estableciendo sus propios valores trascendentales y volviendo a ser El mismo, encontrando lo mejor que tiene y explotándolo al máximo y cumpliendo así con su misión trazada desde lo mas alto de las estrellas.
Es hora de que nos sacudamos el polvo, nos levantemos y alcemos la espada, y llevemos nuestra patria a buen puerto, recordando que “el camino mas cercano entre dos puntos es el que cruza por las estrellas”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

cuando esto suceda, es decir que se levante la espada, habremos muchos que la empuñaremos, para encontrarnos nosotros mismos nuevas oportunidades en un pais ya coludido entre la corrupción y demas situciones que marcan la miseria de nuestro país tan rico y poderoso, tanto por sus recursos y la mayoria de su gente.